jueves, 7 de febrero de 2008

ARTÍCULO

Segundo encuentro de la Red Internacional de Jóvenes Palestinos (o el desafío a la frase más célebre de la Meir)[1]

“Los viejos morirán; los jóvenes olvidarán…” (Golda Meir, ex primera ministro israelí)

Sórdidas noticias pasan desapercibidas al oírse al paso por la mayoría de los chilenos. Hablan del conflicto en Oriente Medio. Especialmente por estos soporosos días veraniegos correspondientes al bisiesto, del asedio perpetrado por Israel a la franja de Gaza, que consiste, básicamente, en imponerse sobre la población local por medio de su fuerza militar e impedir la entrada de los suministros básicos. Se escudan en que quieren protegerse de los cohetes kazás, como si, aunque ello fuere cierto, pudiera siquiera justificar el castigo colectivo sobre un pueblo a manos de otro, que es el más fuerte, porque cuenta con el apoyo del emperador Bush y sus armas.
Pero yo estoy preocupada. Tengo amigos en Gaza, conozco gente allí, y son jóvenes más o menos de mi edad (veinte años) que realmente no merecen pasar por tales humillaciones, las que, finalmente, son sólo humillaciones por humillaciones, dolores por dolores, penurias por penurias. Pese a la creación del estado sionista de Israel hace ya lamentables sesenta años, los palestinos seguimos, dentro y fuera de nuestra patria, creyendo que aún podemos recuperarla para que recobre su dignidad esa Palestina tan histórica y para algunos tan santa.
Verdaderamente aquella tierra a la que adoré desde mi infancia gracias a los relatos de los viejos aquí en Chile, me empecé a suponer ya saliendo de la adolescencia, no era la que debía ser actualmente. El mundo había ido cambiando desde que los abuelos de mi madre se vieran obligados a dejarla a principios del siglo XX, como tantísimos otros, para aventurar algo de fortuna con la sobrevivencia como único norte, escapando del hambre, las guerras y el cólera; y desde que mi propio abuelo paterno la dejara, con el movimiento sionista ya institucionalizado en su tierra, en busca de la esperanza de construir una vida. Y corroboré que Palestina es hoy otra, y que sus hijos expulsados a otros mundos a lo largo de estos años, de distintos modos, teniendo todos como común causa a la instauración de Israel, e incluso la de los ocupantes anteriores (antes de los sionistas estaban los ingleses, y antes los turcos otomanos… la lista es larga hacia atrás, pero no puedo detenerme en ello porque no es lo que nos ocupa en esta ocasión) son los hijos de la diáspora o exilio palestino. Somos. Estamos en todos los continentes, hablando todas las lenguas humanas, entre distintos colores y poblaciones, pero seguimos manteniendo intacta la memoria familiar y un nexo con Palestina que, más que filial, se traduce en un compromiso político y moral con la justicia que significa el derecho al retorno y autodeterminación de un pueblo despojado de su tierra y de su identidad, ignorado y criminalizado según los intereses dinámicos del imperialismo mundial, a razón de las necesidades de un mundo dominado por las ambiciones hijas del gran capital.
Y me refiero a todas estas cuestiones a propósito de que hace un par de meses pude participar del segundo encuentro de una red de trabajo, creada hace pocos años, que lleva por nombre el de “Palestinian Youth Network” (“Red Internacional de Jóvenes Palestinos”). Éste se llevó a cabo en Francia, en la campiña a dos horas de París, entre los días 22 y 29 de noviembre de 2007. Reunió a aproximadamente cien jóvenes, entre dieciocho y treinta y cinco años de edad, venidos de todo el mundo. Algunos bisnietos, otros nietos, otros hijos (de palestinos) y muchos nacidos en Palestina, incluso residentes en los dominios de la Autoridad Nacional, en los territorios ocupados y en Israel: todos éstos fuimos los congregados. Algunos venían de los millones de refugiados dentro del Mundo Árabe y de Palestina misma; otros, éramos los descendientes de quienes se habían ido de su patria en busca de oportunidades de vida, e incluso varios jóvenes palestinos presentes habían dejado a sus familias para poder estudiar en otros países, y muchos de ellos, de haberse ido a tomar una simple beca estudiantil, hoy tenían imposibilitado el regreso por la sola arbitrariedad de la autoridad sionista.
Abrumadoramente mayoritario era el porcentaje de los nacidos musulmanes (algo así como noventa y ocho contra dos), y de ésos había varios que no practicaban la religión y se declaraban agnósticos, tal como yo (que provengo de una familia palestina chilena, cristiana ortodoxa, como casi todas las de su condición).
Nuestras familias provenían originariamente de toda la Palestina histórica: Cisjordania (Belén, Beit Jala, Beit Sahour), Jerusalén, Nazareth, Nablus, Jericó, Gaza; y muchísimos eran parte de pueblos hoy desaparecidos para construir el estado de Israel, y seguían viviendo en los márgenes de lo que esos pueblos fueron, sólo que ahora oficialmente cada pequeño sitio tiene otro nombre. Ellos son los palestinos que llevan la pesada carga de vivir en Israel… los que no fueron exactamente expulsados sino segregados, y convertidos en los ciudadanos de cuarta de un estado que se dice democrático, pero que, entre otras cualidades, cuenta la de categorizar a su gente según el origen racial, y según ello, otorga derechos y privilegios civiles y políticos.
Asimismo, la mayoría de quienes participaron en este segundo encuentro de PYN hablaban perfectamente el árabe; legado, para los que no residen en algún país árabe, de sus padres y/o de sus visitas (o más bien debería decir estancias) a dichos países. Varios otros, podían hablar el árabe de conversación, no el académico; y había un porcentaje casi inexistente de nosotros, que con mucho esfuerzo podía decir sólo un par de frases de buena educación en idioma árabe (en esa porción nos contamos las dos chilenas presentes como fieles exponentes, aún sin quererlo, de la comunidad palestina en Chile, la que arribó al país hasta hace, mínimo, cuarenta años y que por ende ha ido perdiendo todos los lazos cotidianos con sus raíces propiamente árabes).
Por otra parte, lo cuento a título censitario, principalmente había jóvenes hijos de padre y madre palestinos; en segundo lugar, hijos o de padre o madre palestino (a) y de padre o madre de otro país árabe, correspondientemente; y, por último, había una cantidad infinitamente menor de quienes tenían un progenitor palestino y el otro, natural del país al cual la familia de aquel hubiere llegado.
Otra cuestión que me llamó la atención fue el hecho de que la gran mayoría de nosotros estudiara carreras humanistas, principalmente ligadas al área de la política y la historia.
También estaba innegociablemente presente entre nosotros el enarbolar nuestras banderas y símbolos patrios, comer nuestros platos, leer y difundir a los poetas e intelectuales palestinos, escuchar nuestros propios tambores, cantar las canciones de nuestra resistencia y bailar al ritmo del dabke (danza folclórica palestina), etc.
Me parece que todas esas cuestiones van intrínsecamente ligadas al hecho de que, por nuestra misma historia de pueblo exiliado y omitido, hay una necesidad mucho más fuerte, en relación a los jóvenes de la mayoría de los otros pueblos, de cultivar y desarrollar una identidad de patria ceñida a nuestra realidad y esperanzada en la recuperación de nuestro suelo histórico, el derecho al retorno de los refugiados y, en suma, a la autodeterminación del pueblo palestino. Como asimismo, creo que cada uno de nosotros es consciente de la necesidad de contar con una buena formación para contribuir a la liberación de Palestina. Y por eso pienso que en este encuentro siempre estuvo presente entre nosotros el saber de la mutilación de otros pueblos a manos de otro que fue, o es, más fuerte, de las víctimas del imperialismo en general; y de aquellos que fueron o son solidarios, alrededor del mundo, con nuestro pueblo y nuestra gente. Se puede percibir que hay consciencia en general de apoyar, internacionalmente, a todo cuanto luche por preservar su vida y su cultura frente al oleaje colonialista de turno, que, como hemos comprobado, incurre sin miramientos en derramamientos de sangre con el solo propósito de concretar sus intereses económico políticos.
Yo no soy la vocera ni oficial ni extraoficial de la Red, por ende, no hablo a nombre de ella ni de nadie, sólo de mí misma, y lo que narro acá equivale a mi experiencia y sincera observación personal. Y por eso mismo es que creo prudente aclarar el que, en nuestros intentos como jóvenes palestinos de todas partes del mundo, por pensar y vivir como palestinos, es que nos hemos ajustado a la realidad (lo que viven los palestinos dentro y fuera de su tierra hoy, y las causas históricas de ello) y al mismo tiempo, a lo que creemos, en nuestra práctica y teoría, que es importante construir para Palestina y por eso hay una especie de meta, o objetivo fijo, al que llegar, y un camino marcado para ello (que es nuestro trabajo) tanto o más a tener en consideración que la misma meta. Me explico. Luego de arduos debates, intensas horas de trabajo, charlas, exposiciones, conversaciones y foros, entre otros, podríamos decir que tenemos ideas y objetivos en común. Básicamente pensamos que la OLP[2] fue el único y legítimo representante del pueblo palestino, y debe volver a ser, laica como es, la única y legítima representante del pueblo palestino. Sin embargo, eso hoy no es así porque en el espectro político palestino actual son dos los partidos políticos principales en la conquista del poder, a saber: el tradicional y laico Al Fatah frente al islámico y reciente Hamas. De ellos, sólo Al Fatah es miembro de la OLP junto a otros partidos de izquierda revolucionaria marxista que han luchado por la liberación de Palestina, los que cada vez se tornan más minoritarios y menos fuertes (el Frente Popular para la Liberación de Palestina –FPLP- y el Frente Democrático para la Liberación de Palestina –FDLP-; principalmente), fenómeno que podemos adjudicar a otro más global, impulsado mundialmente por el derrumbe del bloque soviético y el levantamiento de los Estados Unidos como amo y gran señor, como juez y parte en los conflictos internacionales.
La historia de la OLP se gesta en los años sesenta, en pleno auge revolucionario, mediante la separación de la causa palestina del resto de la causa de los países árabes (lo que se conoce bajo el nombre de nacionalismo panarabista), quienes tenían demandas propias de todo tipo frente a Israel (el extraño en la región), pero en ningún caso representaban el despojo ni el desamparo al que habían sido sometidos los palestinos; sin ir más lejos, sus países no habían sido borrado de los mapas. Y por la fuerza que lograban congregar gracias a sus intereses comunes, a diferencia de los palestinos, lograban darse a escuchar en el escenario mundial y utilizaban la causa palestina según su conveniencia[3]. Sin embargo, líderes propiamente palestinos (Arafat, Habbash, Haddad, entre muchos otros que merecen todo nuestro respeto) lograron estructurar la OLP, crear una Carta Nacional Palestina y efectuar diversas acciones alrededor del mundo para dar a conocer el crimen cometido contra la población palestina a manos del sionismo y así congregar la solidaridad internacional y detener dicha barbarie. Ello ayudó a crear consciencia alrededor del mundo y a tener presentes de ahí en más a los palestinos como tales tanto ante organismos internacionales como entre otros movimientos que compartían al enemigo común junto a los palestinos: el imperio.
De todas maneras, ya con la llegada de la década del noventa las organizaciones de izquierda revolucionaria comienzan a desarticularse en todo el globo, los fondos comienzan a escasear, ya que sólo uno de los dos gigantes, justamente el egoísta, había vencido los embates del otro y todo quien pensara en contra de él iba a carecer de fondos y apoyo para luchar en su contra. Y así fue como un Arafat desesperado firma el gran error a nuestros ojos, más conocido como “los acuerdos de Oslo”. En ellos, entrega a los sionistas mucho más de lo que jamás pensamos ceder, y para los palestinos se crea, dentro de la OLP, la ANP[4], organismo que nos concedería autonomía, pero en la práctica y a lo largo de estos últimos quince años, sólo hemos constatado que la Autoridad Nacional se ha convertido en una gran masa burocrática y corrupta, y si bien hay gente honesta trabajando en ella, eso al final da lo mismo, porque el nacimiento, estructura y esencia de la ANP es ajeno a la lucha y desenvolvimiento de nuestra causa. Y es así como el propio Edward Said[5], antes de morir enfermo el 2003, constatara la inoperancia de la ANP para distribuir el dinero recibido de la ayuda internacional, y, peor aún, la misteriosa desaparición de mucha de esa ayuda, como asimismo, la falta de trabajo y despreocupación en las oficinas de dicho ente, el cual, desde su creación hasta hoy, sólo se ha preocupado de negociar pacíficamente con los israelíes y los norteamericanos pretendiendo creer ingenuamente que de momento de darles la mano están en un plano de igualdad, obviando toda nuestra historia, pidiendo disculpas por ser quienes somos, y aceptando con la cabeza gacha que nos humillen con ráfagas de metralla y odio en nuestro propio suelo. Son muchos estos acuerdos, y usted, querido o querida lector o lectora, podrá corroborar sin mayores esfuerzos que sólo Israel se ha visto beneficiado con ellos. Sean: Oslo I y II, Madrid, Camp David, Hoja de Ruta, y recientemente, Anápolis. Para qué mencionar también la supuesta retirada de Gaza en agosto de 2005, cuando arrancaron a los judíos sionistas más ortodoxos de esas tierras que el año 1947 la ONU entregó a los egipcios y que Israel arrebataría veinte años más tarde, y los mostraban llorando, aferrados a lo que habían construido ahí como los hijos del pueblo elegido que creen que son, en esa cultura en que se han criado donde se les instruye en el respeto, victimización y conservación de sí mismos, en desmedro absoluto por el otro, al que, cuando se trata de los palestinos, no tienen ningún tapujo en considerar “animales de dos patas”. Pues bien, los arrancaron de Gaza, llevaron allí entonces a palestinos que provenían de todas las regiones que constituían nuestra Palestina (vamos a obviar para estos efectos el que no porque un grupo de personas hayan habitado un determinado territorio que es, por la fuerza de las armas, arrebatado y entregado a otro grupo de personas, traídas ficticiamente desde muy lejos, van a compartir todas ellas un mismo sesgo cultural; eso sólo podría tragárselo alguien muy amante del poder que dan los estados nacionales y por ello escéptico de las estructuras de bases) y los instalaron controlando sus fronteras aéreas, terrestres y marítimas, como también el agua y servicios básicos. Para qué mencionar el Muro que Israel construyó en la zona para separar a los palestinos de Egipto y que ellos, desesperados, han roto recientemente en el afán libre de toda culpa de sobrevivir.
Pues con la ANP y sus negociaciones nada bueno han obtenido los palestinos. Y creo que consciente de ello era el Arafat que murió en extrañas circunstancias (o más bien dicho asesinado, asesinado muy probablemente en conjunto por los servicios de inteligencia israelí y palestinos traidores que querían ganar el poder que él ostentaba dentro de la ANP, la OLP y los corazones de todo su pueblo) después de vivir por casi tres años confinado en la Mukkatta, el cuartel general en Ramallah, a merced de los bombardeos y humillaciones de la autoridad colonial. Arafat había firmado los Acuerdos de Oslo y con ello dio el pase libre al empeoramiento de la situación su pueblo. Y quizás también a su propia muerte. La OLP desde Oslo cambió; de ser un ente democrático y participativo, llegó a ser una estructura con que revertir a la ANP, en que casi no hay elecciones ni espacios de participación popular, por lo que el pueblo palestino dejó de sentirse representado en ella (dentro y fuera de Palestina). La ANP dentro de la OLP pasó a ocupar todos los espacios materializada en los miembros oficialistas de Al Fatah (este fenómeno es posible porque dicho partido, que fuera fundamental en la revolución palestina, nunca ha adherido a una tendencia política definida). Y dejaron de lado, encandilados con los modelos occidentales, su propia realidad. Es entonces que entra en escena Hamas, movimiento islamista que habla simultáneamente (y contradictoriamente para mí) de la gran nación islámica y de la liberación palestina. Ellos, por ejemplo, que ya eran un movimiento aunque joven en los ochenta, jamás estuvieron presentes en nuestra Intifada (levantamiento popular palestino del 1987; ha sido apodado como “la revolución de las piedras”) y por supuesto, no fueron golpeados ni reprimidos brutalmente como los palestinos (en su mayoría adherentes a la OLP en todo su espectro político) que sí participaron. De hecho, mucha gente duda de que Hamas no haya sido financiado en su nacimiento por Israel. Como sea, tal como se ve la política internacional hoy, Hamas e Israel parecen divorciados, declarándose públicamente odio mutuo. Por qué Hamas ha logrado tanto poder, pues por el gran y jugoso financiamiento que recibe de Irán, cuyos intereses tampoco tienen nada que ver con los de los palestinos (ambos quieren derrocar al imperialismo pero por razones y con fines diferentes). Pero también Hamas ha logrado poder dentro de la población palestina por razones naturales y obvias. Cuando la OLP y la ANP pasaron a ser una misma cosa prácticamente, y se dedicaron a la interlocución con los agresores supuestamente representándonos a todos los palestinos, aunque olvidándose de las necesidades diarias de ese pueblo que decían representar, allí estaba Hamas, proveyendo salud, educación, vivienda y suministros básicos a la gente. Brindándoles ayuda y asistencia. Y aprovechando así de infundir sus ideas entre la población palestina. La que, con el curso de los años, desde 2005 hasta ahora los ha electo en un proceso democrático. En 2005 convirtieron en las urnas al Parlamento mayoritariamente de Hamas y el 2007 hubo que compartir el gabinete ministerial ampliamente con los islamistas.
Duro golpe para las caras tradicionales y actuales de la lucha por la liberación de Palestina. Duro, pero bien merecido.
(Cómo será de paradojal la historia que en los ochenta era a Hamas a quien Israel asistía en desmedro de la OLP, y en junio pasado, cuando se enfrentaron en Gaza Fatah y Hamas, fue a la gente de Fatah a la que Israel prestó su apoyo para salir del lugar y conservar la vida).
Entonces la OLP, y duele afrontarlo, por lo anteriormente explicado, ya no es legítima, pero tampoco es única en la representación de los palestinos. Sin embargo, como jóvenes activistas palestinos pensamos que debe volver a ser la única, porque la OLP en su seno y estructura, si bien hoy estamos en deuda con ella y le debemos modificaciones para ajustarla a la realidad actual, puede avalar a hombres y mujeres, musulmanes y cristianos, comunistas y liberales por igual. La OLP permite la democracia y la participación popular de quienes viven dentro de Palestina y de quienes se han visto forzados a dejarla, o sus familias lo han tenido que hacer. La OLP nos encaminaría en nuestros mismos ideales patrios de siempre a una lucha en que podamos mirar cara a cara, de frente, orgullosos y sin ninguna vergüenza de nuestra historia no como pueblo elegido sino que como pueblo luchador, a los intereses financieros del mundo postcontemporáneo, como lo llaman. Y así ésta recobraría su legitimidad.
Creo que como jóvenes palestinos en general concordamos con una solución al conflicto que consista en la construcción de un solo estado en el territorio de la palestina histórica, donde haya igualdad de derechos civiles y políticos. En que los ciudadanos estén todos en un mismo nivel. Donde haya igualdad de género, de credo, de cultura, de ideas políticas. Que en la Palestina porque tantos han muerto desde los primeros estertores de luz que ha visto la humanidad, tanto para Oriente como para Occidente, pueda vivir todo quien quiera vivir en Palestina mientras no pretenda invadir la vida y los derechos del otro. Y si las leyes son capaces de crear dicha sociedad, lo que implica lógicamente haber vencido a todas las ideologías totalitarias (hoy; a saber: imperialismo norteamericano y sionismo), quienes la conformen sabrán construir una sociedad democrática y participativa, justa, que ha aprendido de su historia.
Como Red Internacional de Jóvenes Palestinos demandamos por ahora la retirada inmediata de Israel de los territorios ocupados en 1967, la detención de la construcción del Muro ilegal e ilegítimo que divide a nuestra patria con la excusa de la seguridad (siendo que todos sabemos que cuando dicho Muro esté finalizado la autoridad sionista contará al 88% de la Palestina histórica en sus dominios) y la destrucción de lo que ha ya sido construido; demandamos asimismo que se concrete el derecho al retorno de nuestros millones de refugiados dentro y fuera de Palestina, la recuperación de Jerusalén, nuestra capital; y los derechos que tenemos sobre el agua y el suelo. Demandamos que se nos deje de criminalizar, asediar y humillar.
No pedimos por ahora nada más fuera del cumplimiento y respeto del derecho internacional. No pedimos nada más pero no nos vamos a conformar con menos.
Porque, desafiando a la Meir, a sesenta años del desastre (el Nakba) marcado por la creación de Israel, no olvidamos y tampoco perdonamos.

[1] Por Nadia Silhi Chahin. Estudiante de cuarto año de derecho en la Universidad de Chile.
[2] Organización para la Liberación de Palestina.
[3] Me parece injusto incluir a gobernantes como Gamel Abdel Nasser dentro de este grupo, al que lamentablemente, si uno hace un análisis genérico, pertenece. Digo lo anterior, porque ya en los sesenta y a años de su muerte (en 1970) reconoció el derecho de los palestinos a armarse y defender su territorio y sus derechos.
[4] Autoridad Nacional Palestina.
[5] Intelectual palestino. Profesor de la Universidad de Columbia.