sábado, 14 de septiembre de 2013

Refugiados

Leyendo para mi cédula, me puse a pensar en los refugiados palestinos que vivían en Iraq hasta que en 2003 EEUU invadió el país. En ese momento perdieron lo que precariamente habían logrado construir por más de medio siglo, pese a todas las restricciones que el régimen de Hussein les imponía, y debieron huir a Siria. Sin embargo, no pudieron entrar, porque el régimen de Al Assad arguyó el "derecho... al retorno", y debieron improvisar un nuevo campo de refugiados, en mitad del desierto. Algunos de ellos vendrían a Chile, tras gestiones humanitarias de organismos y personas naturales que, a diferencia del régimen sirio y de parte de la colectividad palestina de Chile, no arguyeron el "derecho al retorno". Pensaba también en los refugiados palestinos de Siria, que viviendo por décadas la misma dictadura que los nacionales del país, bajo el mandato de la UNRWA, hoy se enfrentan a la misma guerra civil sin ser nacionales. Y son revictimizados cuando deben en estos momentos abandonar Siria y ser refugiados por segunda vez. Hay sirios que se convierten en refugiados y solicitan asilo en Iraq: ¡en Iraq! (por favor dimensionen el nivel de desesperación de la gente).

Pensaba en la interpretación orientalista, en las películas gringas, que muestran el problema como una cosa de árabes que están hechos/nacen para matarse entre ellos.
Pensaba en cómo algunos y algunas desconocen -negligente o dolosamente- la historia, las historias, al punto de creer que o se está con Assad y Hussein o se está con Obama y Bush. Pensaba en cómo se podría ser pro palestino, característica que los autodenominados anti imperialistas se arrogan para sí mismos y para Assad, y no dejar entrar a cientos de personas cuya "opción", de no entrar a Siria, no era precisamente volver a sus casas, mayormente en Haifa (hoy Israel), sino estar condenados a carpas, en mitad de la nada.

¿Qué piensan ustedes?

lunes, 9 de septiembre de 2013

¿Reconciliación? (a 40 años de luto)


Y no puedo dejar de pensar en la reconciliación. Quizás sea porque nadie en el debate público durante estos días luctuosos ha reflexionado realmente sobre ello. Reconciliación como significante se escapa al mismo castellano (pero no lo quiero dejar en falacia argumental, porque me interesa el fondo).
Entonces me pregunto cuándo es que las chilenas y chilenos hemos estado conciliados (al punto de necesitar reconciliarnos). ¿Habrá sido para la Pacificación de la Araucanía? ¿Con ocasión de la represión a los trabajadores anarquistas durante los primeros años del siglo pasado? ¿Para la masacre de Santa María de Iquique tal vez? ¿O a lo mejor cuando Carlos Ibáñez del Campo perseguía a los homosexuales? ¿Y qué me dicen de la "ley maldita" de Gabriel González Videla? ¿No resulta brutal admitir que desde que la zona central de Chile se constituyó como zona de haciendas tras el terremoto en Perú, los mismos hacendados que eran dueños de la economía nacional, lo que era de los chilenos, debido a la exportación de trigo, eran también quienes pasaban los inviernos en la capital para gobernar desde el Congreso, ¡y que nada de esto –concentración de los poderes económico y político, exportación de las materias primas, no desarrollo industrial, etc.- en el fondo cambia todavía!? ¿Y no es violenta esa situación en la práctica, si se piensa en los peones, que simultáneamente vivían, en pleno siglo XIX-XX, como en la Edad Media? ¿Y los niños huachos, que hasta la reforma legal de 1998 -¡1998!- seguían siendo tratados como huachos por el derecho? Por favor, ¡si en este “reyno” los Portales son héroes patrios!
La verdad es que dramáticamente podría seguir para siempre. Sólo quiero subrayar que estoy de luto por la historia de Chile, no sólo por la –mal- denominada “historia reciente de Chile”. Yo no soy una historiadora, pero desde mi modesta posición social y política, no puedo menos que rendir un homenaje al presidente Allende, pues creo firmemente que su llegada al poder y el proceso que lo antecedió, han sido un paréntesis dentro de la historia de Chile, fueron algo así como la posibilidad que tuvieron quienes habían sido la mano de obra y los úteros baratos, de convertirse en sujetos, e imaginar que podían gobernar sus destinos individuales y colectivos, sin ser perseguidos. Siento una nostalgia profunda de aquella época que no viví. Probablemente sea candidez; hay cuestiones que quizás no veo, no lo discuto. Pero la defensa de ese sueño popular merece omitir cualquier análisis experto. Lo que no voy a omitir es la reflexión y la memoria. Así, sin perdón, sin olvido y sin reconciliación, ciertamente.