El Congo está dividido por una fuerte guerra civil desde la segunda mitad de los `90.
Es que tras ser colonia belga, liberada posteriormente por un revolucionario de la talla de Lumumba, para después haber caído en manos de un sangriento y corrupto dictador, nada quedaba al pueblo más que el primitivo instinto de sobrevivir.
En una nación tan rica, tan absolutamente rica en recursos naturales, llena de metales preciosos y coltan (aquel material con que el primer mundo funciona: con él se fabrican nuestros celulares y computadores, por nombrar algunos), los congoleses machos se disputan actualmente en bandos armados que penetran la espesa selva africana quién es el verdadero patriota. Y "de paso" aprovechan de recolectar la mayor cantidad de riquezas posibles para ser ellos y no los contendores quienes las entreguen a los extranjeros a cambio de la preciada divisa americana, aquel sueño con cara de Lincoln del que hablan los niños cusqueños con tanta familiaridad.
Mientras tanto, aldeas y aldeas, chozas y chozas, son atacadas y destruidas para que las milicias abastezcan sus apetitos, principalmente los sexuales. Mujeres de entre 4 y 84 años en promedio son violadas salvajemente, como práctica tan habitual y dolorosa que palabras no hay para describirla.
Como justificación, los hombres y la sociedad, patriarcal, recrean mitos, como el sostiene que para ganar la batalla contra los enemigos necesitan la energía que hay en las hembras, y si éstas no quieren darla, es deber del buen congolés arrebatarla. Las niñas, mujeres y ancianas violadas son rechazadas por sus familias.
Muchas veces quedan embarazadas y deben criar solas a los hijos que nunca quisieron y tal vez sigan sin querer.
Generalmente la violación se distribuye así: una mujer por varios (2, 7, 10) hombres.
También utilizan palos y cuchillos para penetrar las vaginas y orificios aledaños, rompiendo las paredes intermedias, de manera tal que cuando alguna mujer tiene la suerte de ver un médico, generalmente el profesional le hará, si puede, una compleja cirugía con la esperanza de que algún día pueda volver a controlar su esfínter y orinar normalmente.
Esto es terrorismo sexual.