Un afortunado y soleado día de septiembre de 2008 iba yo caminando por la Quinta Avenida, en Nueva York. Al llegar a la 47 st., que es la calle de los diamantes, cuyos propietarios son los miembros de la comunidad judía local (la más grande del mundo, cuadruplicando a la de Israel), puse atención a la conversación que sostenían un grupo de jóvenes españoles, turistas como yo. Con ese acento exquisito, uno de ellos le explicaba -con una convicción que ya la quisiera yo- a los otros cómo es que los palestinos eran los habitantes originarios de Palestina y los judíos, que conforman lo que se dice Israel, sólo habían llegado en oleadas migratorias a colonizar el lugar motivados por una ideología política, nacida en la Europa de fines del siglo XIX, llamada sionismo.
Porque hoy hay gente como este muchacho, caminando por las calles del mundo, libres, conversando con los amigos, levantando la voz por una cuestión que le parece tan clara y justa, que hasta hace algunas décadas era impensable, es que vale la pena el "tiempo perdido" en escribir, redactar, organizar, pensar, movilizar,...