jueves, 13 de diciembre de 2007

Para recordar [lo que hoy cobra plena actualidad]

DE CUANDO NADA CAMBIA…

Por Nadia Silhi Chahin (y otros demonios).
(Nota: El que hoy escribe para el pueblo, es Mario Benedetti).


“Ansias de verte, de corroborar que aún podemos confundirnos en un abrazo, de que me cuentes garabatos y sinsentidos, de que otros te hayan tocado durante este largo tiempo, de que todavía tengas cuadernos…”

Ella quería ser abogada con todo el peso de su corazón. No porque le gustara el Sistema: todo lo contrario.
Él ya lo era, y además era poeta.
Ambos serían brutalmente asesinados.

A un hombre lo arrestaron hace exactamente cinco meses y tres semanas, porque tenía un juicio pendiente desde hace ya quince años, y aún no se le enjuicia. Fin de semana tras fin de semana sus hijos pequeños van a visitarlo a un sótano que los terminará consumiendo. El hombre se declara inocente de lo imputado a la prensa cuando ésta logra franquear las cerraduras y llegar al sótano donde se le recluye: todos pueden saberlo, pero nadie le cree. Es que a nadie le conviene.

Efectivamente él era poeta, además comunista y de los legítimos. Creía que todo es de todos y que nada nos pertenece, como corean jóvenes herederos mapuche lejos en tiempo y espacio de él, pero no en alma. Que si la patria lo expatriaba, entonces, ésta era también ex-patria. Por nuestros días otro que, como él, escribe para todos le compuso un verso enumerando lo temprano que había llegado, recuerdo, a las revoluciones y al amor, pero lo demasiado temprano que había llegado a una muerte que no era la suya. Añadiría que cada vez que quisieron encarcelarlo, sacaba su alma por entre los barrotes. Vale para mi hombre del párrafo anterior.
Ella era sumamente hermosa, una mariposa, y tenía nombre de diosa de la sabiduría. Murió rezando, tal vez evocaba a su madre, la que decía “la ley con faldas” cuando le comentaba sus anhelos de llevar la Justicia. Murió de un mazazo en la cabeza sin nunca haber podido ejercer su profesión y habiendo visto destruido ya antes todo lo que construyó en vida de mujer, cosas que las menos valientes asumen como legítimas.

A los tres se les han dedicado cantos.
A dos ya los mataron. A él como traidor sus compañeros. A ella como subversiva un dictador.
A él lo quieren matar de olvido, porque la cárcel es la muerte postmoderna. La cárcel quebranta la imaginería del pueblo, le es inasequible.

“De la utopía al panfleto…”

Ella se llamaba Minerva Mirabal. Era dominicana y combatió a Trujillo, organizando lo que se denomina Resistencia entre la población, entre las faldas: unió a la Iglesia, por consiguiente. Sacó la lucha a las calles para que cada uno se la llevara a su casa. A nuestro movimiento estudiantil le resultaría saludable hacer como ella y no guardarse los problemas en las facultades,… hay que abrir los ojos.
Él se llamaba Roque Dalton. Era salvadoreño. Su ternura de prolongado niño, su culpabilidad por la esperanza, la estatua de su furia jamás crucificada: La Poesía de Todos. (Nótese: “de” no “es de”).

Preso injustamente hoy mismo y al otro lado de la Cordillera sin haber nacido tan lejos está Salvador. En realidad se llama Sergio Apablaza y es chileno. Cuando Pinochet y sus hombres lo apresaron y lo torturaron por haber liderado en el Piedragógico para el único gobierno decente (o anticapitalista, que es lo mismo) con miras a expulsarlo del país, nadie le preguntó nada. Ya iba a llevar treinta años clandestino cuando fue satisfecha la demanda de nuestro gobierno modelo cárcel de alta seguridad y se le entrañó en una celda esperando que lo abandonásemos. Mucha gente lo hizo: toda su información social proviene de 24 horas o, con suerte, de chilevisión noticias. O de ninguna parte,… ni de un cura, porque ya la gente no oye nada, ni a sus dogmas.

“Jamás acaba la oportunidad de rebelarse. Cuando uno se acostumbra a creer que la esquizofrenia es enfermedad y que el hambre es natural, uno pasa a la senda de la tranquilidad, pero no es una tranquilidad tranquila, porque la avala una mordaza que puede ser rota en cualquier minuto y por cualquier persona. Vivir acostumbrados a las revoluciones y al amor, a no cejar, a la rebeldía que no es más que, y a la vez es todo, creer en uno mismo y pensar con el cerebro sin temer a ése punto en que ganan los sensores y piensa el cuerpo, entonces, viene la sociedad de espíritus libres.
Que sea posterior el análisis: vivamos Compañeros”.

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