Esta mañana caminaba por Vicuña Mackenna desde Plaza Italia en dirección al sur. Iba al Consulado argentino a recoger unos papeles para mi tía Paula. De pronto, algo llamó mi atención. En la vereda por la que caminaba, justo a mi derecha pero lejos de mí, porque estaba apegado a la muralla de un almacén y yo a la calle para evitar el olor a orín de esas murallas, había un vagabundo durmiendo al lado de un perro.
Por supuesto que a ningún latinoamericano, salvo a un cubano, le llamaría la atención que un compatriota viviera en las calles. A mí tampoco, por ende.
Lo que por un instante me impresionó fue ver a un hombre enfundado en un delantal blanco inclinado sobre el mendigo, que no despertaba. Pensé que era un médico. Idea que me cautivó... médicos en la vía pública o al menos prestos a ello...
Pero no. El hombre era el encargado de las cecinas y embutidos del almacén que acababa de abrir y buscaba que el hombre despertara para no arruinar la imagen del local a los clientes del barrio que acudirían en esta fría mañana de otoño.
Que el hombre siguiera al perro o que el perro siguiera al hombre, no sé. Pero que se fueran.
¿Lo esencial será tan invisible a los ojos, como pensaba El Principito?
1 comentario:
Me impresionó este escrito por dos motivos:
1)Porque lo encontré muy bien narrado y significativo (me dejó pensando en lo que siento cuando veo a los vagabundos dormir en las aceras, una mezcla de pena-rabia-impotencia-asombro, de los que sin embargo salgo aparentemente victoriosa, caminando sin detenerme)
2) Porque no me lo habías contado (teniendo en cuenta que hablamos a menudo y nos contamos tantas cosas, incluso lo que comimos ayer, jeje).
Sin embargo, supongo que ninguno de los dos motivos de asombro tiene validez, puesto que:
1) Yo sé que escribes muy bien(siempre me ha impresionado tu certeza para decir lo indecible)
2)No era necesario que me contaras nada como ésto, ya que muchas veces las palabras habladas tergiversan la emoción que un escrito puede llegar a plasmar tan profundamente como en este caso.
Te quiero mucho, hermana. Sigue escribiendo.
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