Un murmullo insolente proviene del cuarto
Ordenan agachar la cabeza y esperar, esperar en silencio
El cuello se flecta como en Contra la Pared, la película de Fatih Akin en que la joven turca inmigrante alemana agacha la cabeza flectando el cuello mientras escucha las reprimendas del padre
Esa escena es anterior a esa otra en que se corta las venas de las muñecas
Las ventanas están abiertas y te busco en las calles, pasando pasajero, absorto en tus pensamientos, feliz con libros y triste sin ellos
Mientras, una adolescente ensaya sonrisas frente al espejo en mi memoria
Sigo esperando
Las horas transcurren lento y el pecho se oprime
El tiempo pasa pero no
Te amaba pero no
Sangres, me imagino llena de sangres de colores
No estoy dormida pero una luz me ciega
Hay voces que no hablan y las ventanas están cerradas
Si no vomito me asfixiaré pero nadie lo sabe
Nadie sabe nada
En este país es mejor no decir
Me pregunto cómo sería al revés
Si hubieras venido solo
Si estarías muerto de miedo como yo ahora
Cómo me recordarías en la víspera
Abro los ojos al fin
Estoy rodeada de olores sin nombre
Esto no debería ser así
Hay cierta ligereza opresiva en las formas de la culpabilidad
Que se anuda la garganta al recordar los ayeres en la hierba
Inmerecedora de todo Por mi culpa Por mi culpa
Indigna soy de María, que es madre y luego mujer.
dando vueltas al día en varios mundos. creando realidades privadas, transformando realidades públicas.
miércoles, 28 de abril de 2010
Al Borde del Camino
Hay muertos en la orilla del camino
Son cadáveres monstruosos, deformes, malolientes, pútridos
La muerte no les dejó un semblante de paz sino que de terror
Murieron con una mueca de miedo fracturándoles los dientes
Hoy los buitres les han devorado las mejillas
Las moscas merodean entre los cuerpos
Los hay de todos los portes, de todos los sexos, de todas las edades
Vidas abortadas, sueños que se convirtieron en basura al borde del camino
Desperdicios
Hay muertos en las riberas de los ríos
Entre medio de los roqueríos en los océanos
Quemándose en los días del desierto y helándose en sus noches
Acurrucándose entre los desechos de las metrópolis
Hay muertos en las orillas de los caminos de Afganistán de Palestina de Iraq de Congo de Río de Janeiro de Honduras de México de Sudán de la Araucanía
Son muertos anónimos
Son triunfos militares
Son operaciones de inteligencia exitosas
Y quiero que sean vida en la memoria
Obstinación en la lucha contra el olvido
Todos somos cuerpos abandonados al borde del camino.
Son cadáveres monstruosos, deformes, malolientes, pútridos
La muerte no les dejó un semblante de paz sino que de terror
Murieron con una mueca de miedo fracturándoles los dientes
Hoy los buitres les han devorado las mejillas
Las moscas merodean entre los cuerpos
Los hay de todos los portes, de todos los sexos, de todas las edades
Vidas abortadas, sueños que se convirtieron en basura al borde del camino
Desperdicios
Hay muertos en las riberas de los ríos
Entre medio de los roqueríos en los océanos
Quemándose en los días del desierto y helándose en sus noches
Acurrucándose entre los desechos de las metrópolis
Hay muertos en las orillas de los caminos de Afganistán de Palestina de Iraq de Congo de Río de Janeiro de Honduras de México de Sudán de la Araucanía
Son muertos anónimos
Son triunfos militares
Son operaciones de inteligencia exitosas
Y quiero que sean vida en la memoria
Obstinación en la lucha contra el olvido
Todos somos cuerpos abandonados al borde del camino.
sábado, 24 de abril de 2010
Nueces para el Amor y Alcauciles para el Olvido
Noches de fiebres frías, de pesadillas húmedas
Hay alrededor un murmullo constante que huele a sola
Me escabullo por entre las curvas de la memoria malparida
Y sueños soporosos vienen en mi auxilio
Entonces bajo la vista y beso sus manos sin dedos
Las muñecas enjoyadas
Vestidos vaporosos luctuosos únicos antes de caer al abismo
Me aferro a las cobijas y duermo con los ojos abiertos y la lámpara encendida
Cuándo será el día, cuándo será de día, cuándo vendrá la siguiente noche
Una angustia de otros tiempos y de otras gentes me secciona la parte más roja de la garganta
No hay posibilidades de dejar de dudar, de dejar de pensar, de dejar de sentir
Somos yo y lo que yo arrastro, lo que me condena, lo que no me salva
Nueces para el amor y alcauciles para el olvido.
Hay alrededor un murmullo constante que huele a sola
Me escabullo por entre las curvas de la memoria malparida
Y sueños soporosos vienen en mi auxilio
Entonces bajo la vista y beso sus manos sin dedos
Las muñecas enjoyadas
Vestidos vaporosos luctuosos únicos antes de caer al abismo
Me aferro a las cobijas y duermo con los ojos abiertos y la lámpara encendida
Cuándo será el día, cuándo será de día, cuándo vendrá la siguiente noche
Una angustia de otros tiempos y de otras gentes me secciona la parte más roja de la garganta
No hay posibilidades de dejar de dudar, de dejar de pensar, de dejar de sentir
Somos yo y lo que yo arrastro, lo que me condena, lo que no me salva
Nueces para el amor y alcauciles para el olvido.
jueves, 15 de abril de 2010
sin nombre
No puedo despegarme de esta pantalla, es como si el cuerpo no me obedeciera. Como si el cansancio físico me tuviera inhibida la voluntad. Y me siento triste, profundamente triste. Decepcionada. Lejana de todo aquello que creí que podía llegar a creer. Ajena a mí misma y a mis creencias. Incongruente. Y compulsivamente estúpida.
Una idiotez profunda surca lo más hondo de mi corazón idiota. Que duermas bien o que descanses mi cielito lindo tenían bordado los almohadones de Frida. Yo querría ese nivel de folclore en este minuto.Pero acá no hay nada. No hay colores, apenas muebles. Estoy yo sola quedándome dormida despierta y vomitando lágrimas impúberes sobre este teclado grasiento, sobre el que, de un momento a otro, se me caerá -pesada- la cabeza, y no dormiré el sueño de los justos ni el de los injustos, sino que de los estúpidos. De los que no aprenden nunca. De los que no se cansan de que los pateen en el suelo. De los que siguen soñando con aquello que no va a ocurrir jamás. De los que no tienen ni idea de quiénes son. De los que pecan por tener expectativas demasiado altas.
Nada vale la pena. Nadie vale la pena. No sé por qué no lo aprendí antes. Siempre vuelve a ser demasiado tarde.
Una idiotez profunda surca lo más hondo de mi corazón idiota. Que duermas bien o que descanses mi cielito lindo tenían bordado los almohadones de Frida. Yo querría ese nivel de folclore en este minuto.Pero acá no hay nada. No hay colores, apenas muebles. Estoy yo sola quedándome dormida despierta y vomitando lágrimas impúberes sobre este teclado grasiento, sobre el que, de un momento a otro, se me caerá -pesada- la cabeza, y no dormiré el sueño de los justos ni el de los injustos, sino que de los estúpidos. De los que no aprenden nunca. De los que no se cansan de que los pateen en el suelo. De los que siguen soñando con aquello que no va a ocurrir jamás. De los que no tienen ni idea de quiénes son. De los que pecan por tener expectativas demasiado altas.
Nada vale la pena. Nadie vale la pena. No sé por qué no lo aprendí antes. Siempre vuelve a ser demasiado tarde.
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