Y no puedo dejar de pensar en la reconciliación. Quizás sea
porque nadie en el debate público durante estos días luctuosos ha reflexionado
realmente sobre ello. Reconciliación como significante se escapa al mismo
castellano (pero no lo quiero dejar en falacia argumental, porque me interesa
el fondo).
Entonces me pregunto cuándo es que las chilenas y chilenos
hemos estado conciliados (al punto de necesitar reconciliarnos). ¿Habrá sido
para la Pacificación de la Araucanía? ¿Con ocasión de la represión a los
trabajadores anarquistas durante los primeros años del siglo pasado? ¿Para la
masacre de Santa María de Iquique tal vez? ¿O a lo mejor cuando Carlos Ibáñez
del Campo perseguía a los homosexuales? ¿Y qué me dicen de la "ley
maldita" de Gabriel González Videla? ¿No resulta brutal admitir que desde
que la zona central de Chile se constituyó como zona de haciendas tras el
terremoto en Perú, los mismos hacendados que eran dueños de la economía
nacional, lo que era de los chilenos, debido a la exportación de trigo, eran
también quienes pasaban los inviernos en la capital para gobernar desde el
Congreso, ¡y que nada de esto –concentración de los poderes económico y
político, exportación de las materias primas, no desarrollo industrial, etc.- en
el fondo cambia todavía!? ¿Y no es violenta esa situación en la práctica, si se
piensa en los peones, que simultáneamente vivían, en pleno siglo XIX-XX, como
en la Edad Media? ¿Y los niños huachos, que hasta la reforma legal de 1998
-¡1998!- seguían siendo tratados como huachos por el derecho? Por favor, ¡si en
este “reyno” los Portales son héroes patrios!
La verdad es que dramáticamente podría seguir para siempre.
Sólo quiero subrayar que estoy de luto por la historia de Chile, no sólo por la
–mal- denominada “historia reciente de Chile”. Yo no soy una historiadora, pero
desde mi modesta posición social y política, no puedo menos que rendir un
homenaje al presidente Allende, pues creo firmemente que su llegada al poder y
el proceso que lo antecedió, han sido un paréntesis dentro de la historia de
Chile, fueron algo así como la posibilidad que tuvieron quienes habían sido la
mano de obra y los úteros baratos, de convertirse en sujetos, e imaginar que
podían gobernar sus destinos individuales y colectivos, sin ser perseguidos.
Siento una nostalgia profunda de aquella época que no viví. Probablemente sea
candidez; hay cuestiones que quizás no veo, no lo discuto. Pero la defensa de
ese sueño popular merece omitir cualquier análisis experto. Lo que no voy a omitir
es la reflexión y la memoria. Así, sin perdón, sin olvido y sin reconciliación,
ciertamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario