A veces, no puedo recordar desde cuándo, me encuentro elucubrando hipótesis que nada tienen que ver con la cotidiana actividad que en el momento realizo. Si bien puedo atreverme a decir que dichos destellos intelectuales, casi involuntarios y antojadizos, suelen venir a mí cuando tengo sueño (yo me comporto en forma especial cuando tengo sueño... creo que es el único rasgo que me queda de cuando fui una bebé, y lo heredé de mi madre), no es éste la causa. No. Porque si lo fuera sólo pensaría estos entramados con sueño y lo haría siempre que la computadora, o la excusa que fuere, me hubiera distraído en noches previas a clases. Lo que ocurre consiste en pequeños momentos que, provenientes de mi subconsciente, se apoderan de mi frondosa imaginación y tejen historias que se muestran ante mí como una cierta verdad, que me atrae y hace sentir inteligente a la vez, pero que, al mismo tiempo, me da miedo y no quiero explorar más allá. Mi maestra dijo una vez que las personas felices no tienen historia. Mi madre me dice siempre que desearía que yo fuera un poco más tonta para que pudiera vivir la vida con menos complejos, sin ellos si de ella dependiera lógicamente, sin tanto cuestionamiento original, porque así gozaría más, como una verdadera criaturita despreocupada que avanza por la senda de la vida sin más carga que su teléfono celular. Mi padre no lo dice directamente, pero siempre insinúa que yo debería dejar de pensar en tanta cosa sin asunto, como la muerte de civiles inocentes, y dedicarme a explotar un área lucrativa de la carrera que me permita un buen pasar económico cuando él ya no tenga que estar allí para esos menesteres (a todo esto, queda poco ya). Algunos de mis familiares y casi todos mis compañeros de curso del colegio me miraban raro frecuentemente cada vez que yo daba una opinión diferente a la establecida, aunque yo fuera capaz de matarme por lo que estaba pensando, ya que me parecía totalmente coherente. Y la verdad no sé si sea o no una provocadora, no sé tampoco cuánto me importe, y menos aún, con esto vuelvo a mi tema, tengo la certeza de que dichas fabulaciones que trabo en mi mundo sensible de lo aprehensible por mis poros de la realidad, tenga relación directa con que yo sea una persona con ideas propias. Ni siquiera sé muy bien qué significa lo anterior.
Sí sé que ambas cualidades significan algo para mí. De eso estoy segura.
4 comentarios:
Hermana, he leido con atención tu escrito y la verdad es que no sé si seríamos amigas si fueras como aconsejan papá y mamá. No porque yo no pueda aceptarte de esa forma, sino porque creo que la serie de circunstancias que nos llevaron a acercanos jamás se hubieran dado...por ejemplo, que tú te preguntaras quién era la chica que firmaba su email con un poema de Darwish.
Debo felicitarte por los cambios efectuados en tu blog...superaste tus propias expectativas agregando favoritos...solo que yo quedé invisible, pero estoy segura que más temprano que tarde dominarás los códigos del cibermundo.
Un beso gigante y ya nos vemos esta semana!
Te quiero!
Evidentemente te considero una persona con ideas, pero la propiedad de las ideas, me parece sobrestimada. A diferencia de ti, yo me considero una persona bastante tonta e ignorante, pero no por eso dejo de tener ideas, de ir tejiendo estas verdades a medias, como telarañas inconclusas que con suerte atraparían a una mosca lo suficientemente torpe o distraída como para creerme. Y todas esas ideas que uso para moverme en el diálogo de ninguna manera me pertenecen, sólo las pido prestadas de por ahí, en vano intento de avanzar y construir algo medianamente firme, como podría ser una identidad. Igual al final, sean las ideas de uno o no, uno termina descubriendo que la identidad nunca es tan sólida como uno esperaría que fuese (después de tanto esfuerzo por auto-definirse), pero pienso que al menos para seres como tú, con una memoria excepcional, la apariencia de continuidad resulta mucho más vívida y por lo tanto es más complicado dejar de creer en una verdad propia. Pero créeme, eso de ninguna manera tiene por qué convertirte en un ser infeliz, de hecho pienso que contribuye a la felicidad, ya que encuentras siempre una forma de justificar tus decisiones y no te pierdes ni destruyes en el caos. El problema que yo veo en tu aparente infelicidad es que por tu misma buena capacidad para narrarte, a veces te topas con las naturales contradicciones que habitan en todos y no sabes cómo integrarlas y te enredas. Pero tranqui, ya te lo he dicho, no hay que justificarlo todo, ese afán es un producto del ego, ya el otro normalmente no busca entenderte por completo. Mejor aspira a que te quieran, es mucho más fácil y placentero.
Te quiero mucho y me pone contenta escribirte, pues aunque sé que mis palabras nunca expresan a cabalidad lo que deseo, confío en que tu inteligencia terminará transformándolo todo en algo productivo.
Ahora te hablo sobre el comentario que hiciste en mi blog: no creo que me esté cuestionando efectivamente la técnica del beso, sólo asumo que es algo que no domino y que probablemente nunca llegue a dominar, porque no tengo la posibilidad de besar a nadie en condiciones normales (pues claro, por 15 piscolas, por lástima o algo por el estilo,tal vez sí). Así que ni por si acaso será como andar en bicicleta, ya que para eso se necesita primero algo de práctica, que sin duda en este caso no ha existido ni existirá. De manera que la curiosidad que me provoca el tema es más bien una elucubración basada en el hecho de que algo tan habitual como sencillo me esté vetado por el simple y poderoso hecho de ser como soy (lo que por desgracia no me convierte en una ameba, como bien sabemos). Y por si te cabe alguna duda (conociéndome como me conoces ya), bien puedes leer mi última entrada donde intento explicar(me) por millonésima vez esa certeza que me embarga, pese a todos mis deseos y la resistencia de otros que intentan mostrarme una salida más optimista.
Interesante introducción a una declaración de principios. Muy bien en reafirmar tu inteligencia y tu capicidad de decidir, ya que nunca hay que esperar de los demás lo que sólo puede venir de nosotros mismos.
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