tomar helado de crema con chips de chocolate mientras hacíamos el trabajo del vih, rodeadas de dildos y condones, con mis chicas, como en primero medio
vitrinear una mañana de sábado en el drugstore con mi mamá, librerías incluidas, allá por la primavera de 2007
leer a jane austen en tolhuaca cuando no había luz eléctrica y había que saber quién se casaba y quién no antes de que anocheciera
acostarse con la dani en cualquier cama a contar chismes
ser felicitada tras una prueba oral de civil por profesor, ayudantes y compañeros
sacarle a mi hermano, cuando guagua, los pedacitos de frazada que acumulaba en sus puñitos
alucinar con las historias de mi papá, principalmente con las de poblete con merino y jorge zarzar; así como sufrir con las de madre trinidad, himno nazi incluido
tomar once hasta medianoche con mi yasna
pasear a caballo en el campo con quien recién está aprendiendo: cuando hay que arrear las vacas al atardecer en verano o cruzar la parte torrentosa del blanco sur con frío, es mil veces mejor
una clase de danza árabe después de meses sin practicar
el otoño, los mayos, sobre todo si son del ´68 y en aquel parís...
dando vueltas al día en varios mundos. creando realidades privadas, transformando realidades públicas.
miércoles, 29 de abril de 2009
viernes, 17 de abril de 2009
yo soy de la generación
Soy exactamente la persona que no va a poner una frase de Einstein para iniciar uno de sus libros.
La que quiere cambiar el concepto de propiedad, y transformarla de privada en colectiva.
Aquella que sueña con la taza de café con leche perfecta.
Ésa que detesta el orden burgués, sobre todo cuando se lleva a todo orden, valga la redundancia, de cosas, partiendo por los pololeos.
No tengo absolutamente nada que ver con el pololeo único y consolidado como la fusión de dos almas que andaban perdidas por la vida, se encontraron por esas causalidades del destino, y entonces descubrieron el mundo de verdad, como si antes sólo hubieran estado esperando que dicho momento llegase para toquetearse en público y en privado, y pensar seriamente en el futuro.
Yo no veo el futuro sino el pasado.
Aborrezco aquella manía de mi generación de los deberes tácitos en las relaciones de pareja: acompañar al otro donde sea que vaya: sacarse las muelas, operarse los callos, depilarse, rasurarse la primera barba, el cumpleaños de la hermana chica, el festejo de la hermana de la tía de la prima, la oficina de papá, y esperar lo mismo de vuelta. Compartir platos vasos tazas wateres salivas totales.
Pasar tanto rato juntos haciendo nada que los minutos se engañan con las vidas de los bisabuelos amigos hermanos primos vecinos tíos de los amigos y sus relaciones de pareja presentes pasadas y ocultas.
Contarse todo, hasta lo que no es de uno, mutuamente. Justificarse.
Creer que hay una sola persona especial en el mundo y escuchar música huevona para adobar esa idea.
Me da náusea pensar en compartir mi cepillo de dientes otra vez, en preocuparme y ocuparme por boludeces que no me conciernen aunque mi generación crea y refuerce la idea de que sí.
Y todo, todo, para que después nos borremos de todas las tecnologías existentes.
Porque no hay otra manera de borrarse.
Lamentablemente para mi generación.
Sólo que aún no acabo de comprender para qué borrarse, cortarse, desmadrarse. Cómo expulsar de nuestras historias trozos tan grandes de uno mismo sólo por arrogancia disfrazada de orgullo.
Yo soy de la generación recluida en el ámbito privado, que espera ser madre y esposa, padre y esposo. Tener vacaciones, una casa, un auto, un perro, un empleo, unas lecciones de técnicas orientales para adelgazar y dos niños: son las mayores aspiraciones.
Yo sigo pensando en pasado, mientras.
La que quiere cambiar el concepto de propiedad, y transformarla de privada en colectiva.
Aquella que sueña con la taza de café con leche perfecta.
Ésa que detesta el orden burgués, sobre todo cuando se lleva a todo orden, valga la redundancia, de cosas, partiendo por los pololeos.
No tengo absolutamente nada que ver con el pololeo único y consolidado como la fusión de dos almas que andaban perdidas por la vida, se encontraron por esas causalidades del destino, y entonces descubrieron el mundo de verdad, como si antes sólo hubieran estado esperando que dicho momento llegase para toquetearse en público y en privado, y pensar seriamente en el futuro.
Yo no veo el futuro sino el pasado.
Aborrezco aquella manía de mi generación de los deberes tácitos en las relaciones de pareja: acompañar al otro donde sea que vaya: sacarse las muelas, operarse los callos, depilarse, rasurarse la primera barba, el cumpleaños de la hermana chica, el festejo de la hermana de la tía de la prima, la oficina de papá, y esperar lo mismo de vuelta. Compartir platos vasos tazas wateres salivas totales.
Pasar tanto rato juntos haciendo nada que los minutos se engañan con las vidas de los bisabuelos amigos hermanos primos vecinos tíos de los amigos y sus relaciones de pareja presentes pasadas y ocultas.
Contarse todo, hasta lo que no es de uno, mutuamente. Justificarse.
Creer que hay una sola persona especial en el mundo y escuchar música huevona para adobar esa idea.
Me da náusea pensar en compartir mi cepillo de dientes otra vez, en preocuparme y ocuparme por boludeces que no me conciernen aunque mi generación crea y refuerce la idea de que sí.
Y todo, todo, para que después nos borremos de todas las tecnologías existentes.
Porque no hay otra manera de borrarse.
Lamentablemente para mi generación.
Sólo que aún no acabo de comprender para qué borrarse, cortarse, desmadrarse. Cómo expulsar de nuestras historias trozos tan grandes de uno mismo sólo por arrogancia disfrazada de orgullo.
Yo soy de la generación recluida en el ámbito privado, que espera ser madre y esposa, padre y esposo. Tener vacaciones, una casa, un auto, un perro, un empleo, unas lecciones de técnicas orientales para adelgazar y dos niños: son las mayores aspiraciones.
Yo sigo pensando en pasado, mientras.
martes, 7 de abril de 2009
chanta
No se me ocurre otra palabra para titular esta entrada: chanta.
Chanta este Chile de mierda.
Dos de tres Poderes de Estado, conformados por chantas, aprueban estos días una ley que es como ellos... chanta.
No es mi intención en esta oportunidad hacer un análisis acabado y desde distintas perspectivas de lo que hoy es más vigencia que proyecto, alias la nueva ley general de educación, que viene a reemplazar a la pinguinamente combatida hace 3 años ley orgánica constitucional de enseñanza. Esto lo sabemos todos. Lo que la mayoría ignora o finge ignorar, porque le da lo mismo, así de crudo, es que en verdad no cambia nada. Todo se mantiene igual y peor.
La educación es el pilar de un sistema social, cualquiera sea éste, querámoslo o no. Es por ello que en mi concepción decir educación es algo vago, porque implica un millón y más de cuestiones. Una de ellas, en nuestra realidad cultural, es la educación formal; esto es, ir al jardín de infantes, posteriormente a la enseñanza básica, de ahí a la media, para rematar en la universidad. Hoy Chile cuenta con todas estas instituciones para la generalidad de los bolsillos y los gustos. Pasar como sea por las etapas es más o menos obligatorio, jurídica, pero más que nada socialmente. Hacer la carrera por los establecimientos implica pagar con esfuerzo (que en la mayoría de los casos corre por cuenta de los padres) una posibilidad de acceder a la vida que cualquier buen burgués querría. No hay alternativas. Son las leyes del mercado.
La educación está cargada de ideología. No podría ser de otra manera, ella es el piso fundante de las sociedades. Que la educación más importante entonces sea la formal, incluso por sobre la familiar, religiosa, etc., nos manda una clara señal: se valora la técnica. Todo lo que es simple y sencillo, común y corriente, pasa por algo que se escribe y deletrea en complicados vocablos. Sólo quienes dominen esos complejos códigos del saber ostentarán el poder necesario y guiarán los destinos de las masas.
Pero... por qué permitimos ser masas???
Por la esquizofrénica influencia de los medios de comunicación es una respuesta razonable para el día a día.
Pero... de adónde arranca ese día a día???
De la ideología. El capitalismo, el neoliberalismo, el imperialismo, la alienación, el individualismo, la enajenación, la indiferencia, el egoísmo, pues son los factores claves para explicar por qué la LGE no es casualidad, por qué los operadores del sistema necesitan este tipo de ley que no se pronuncia sobre ningún eje substancial, aunque eso no significa en lo absoluto que no los trate; este tipo de ley absurda que desconoce con ceguera grosera las diferencias sociales para las que está entrando a normar; este tipo de ley que arrastra por los suelos y casi de los cabellos a la docencia y los docentes.
Mientras la gente crea que la estructura es incuestionable, indesmentible e inmutable, seguiremos viviendo en un país chanta, cínico. Gobernado por hijos de puta que nunca hicieron nada más que pretender el Poder y memorizar discursos para alcanzarlo.
El Poder se construye abajo, entre quienes componemos los pueblos. Quienes realicemos una misma actividad debemos trabajar en conjunto para sostener una alternativa a este sistema. Si ello lo podemos tejer, entonces el Estado Nacional Chileno estará dando sus últimos suspiros como la gran bestia que fue.
Chanta este Chile de mierda.
Dos de tres Poderes de Estado, conformados por chantas, aprueban estos días una ley que es como ellos... chanta.
No es mi intención en esta oportunidad hacer un análisis acabado y desde distintas perspectivas de lo que hoy es más vigencia que proyecto, alias la nueva ley general de educación, que viene a reemplazar a la pinguinamente combatida hace 3 años ley orgánica constitucional de enseñanza. Esto lo sabemos todos. Lo que la mayoría ignora o finge ignorar, porque le da lo mismo, así de crudo, es que en verdad no cambia nada. Todo se mantiene igual y peor.
La educación es el pilar de un sistema social, cualquiera sea éste, querámoslo o no. Es por ello que en mi concepción decir educación es algo vago, porque implica un millón y más de cuestiones. Una de ellas, en nuestra realidad cultural, es la educación formal; esto es, ir al jardín de infantes, posteriormente a la enseñanza básica, de ahí a la media, para rematar en la universidad. Hoy Chile cuenta con todas estas instituciones para la generalidad de los bolsillos y los gustos. Pasar como sea por las etapas es más o menos obligatorio, jurídica, pero más que nada socialmente. Hacer la carrera por los establecimientos implica pagar con esfuerzo (que en la mayoría de los casos corre por cuenta de los padres) una posibilidad de acceder a la vida que cualquier buen burgués querría. No hay alternativas. Son las leyes del mercado.
La educación está cargada de ideología. No podría ser de otra manera, ella es el piso fundante de las sociedades. Que la educación más importante entonces sea la formal, incluso por sobre la familiar, religiosa, etc., nos manda una clara señal: se valora la técnica. Todo lo que es simple y sencillo, común y corriente, pasa por algo que se escribe y deletrea en complicados vocablos. Sólo quienes dominen esos complejos códigos del saber ostentarán el poder necesario y guiarán los destinos de las masas.
Pero... por qué permitimos ser masas???
Por la esquizofrénica influencia de los medios de comunicación es una respuesta razonable para el día a día.
Pero... de adónde arranca ese día a día???
De la ideología. El capitalismo, el neoliberalismo, el imperialismo, la alienación, el individualismo, la enajenación, la indiferencia, el egoísmo, pues son los factores claves para explicar por qué la LGE no es casualidad, por qué los operadores del sistema necesitan este tipo de ley que no se pronuncia sobre ningún eje substancial, aunque eso no significa en lo absoluto que no los trate; este tipo de ley absurda que desconoce con ceguera grosera las diferencias sociales para las que está entrando a normar; este tipo de ley que arrastra por los suelos y casi de los cabellos a la docencia y los docentes.
Mientras la gente crea que la estructura es incuestionable, indesmentible e inmutable, seguiremos viviendo en un país chanta, cínico. Gobernado por hijos de puta que nunca hicieron nada más que pretender el Poder y memorizar discursos para alcanzarlo.
El Poder se construye abajo, entre quienes componemos los pueblos. Quienes realicemos una misma actividad debemos trabajar en conjunto para sostener una alternativa a este sistema. Si ello lo podemos tejer, entonces el Estado Nacional Chileno estará dando sus últimos suspiros como la gran bestia que fue.
lunes, 6 de abril de 2009
Aniversario
Hoy se cumple un año desde que el primer grupo de refugiados palestinos llegara a nuestro pequeño país. Provenientes del campamento de Al Tanf, o más bien de ese espacio de desierto que pretendieron hacer habitable cuando los norteamericanos derrocaron el régimen de Hussein y por ende debieron huir de Iraq con la intención de entrar a Siria, territorio en el que tampoco había cabida para ellos bajo el pretexto de que tenían "derecho a retornar a su patria palestina", este grupo de más o menos treinta personas, que con el subsiguiente arribo de los otros dos grupos conformarían prácticamente cien en Chile, más todos los que permanecieron allá en la mitad de la nada, debieron aferrarse a la esperanza y recrear su vida en carpas, literalmente a medio camino. Y aunque el Derecho Internacional de los Derechos Humanos en sus tres vertientes les reconozca el derecho a vivir dignamente bajo la protección de algún Estado, bien poco importaba aquello a los gobernantes de todos lados y a los medios de comunicación de la era global. Tuvo que ser el trabajo de anónimos activistas el que pudiera gestionar la opción para al menos algunas de estas personas.
La idea de olvidar todo para volver a comenzar.
Lejos y pobres. Aclamados, vitoreados, comentados, estudiados, fotografiados, temerosos, hambrientos, cansados y sucios llegaron a Chile. Ahí estábamos nosotros, muertos de calor, curiosos bien intencionados. Y también estaban las autoridades de Gobierno y de muchas otras instituciones muy importantes que dieron discursos de acuerdo a su noble rango e investidura.
Ha pasado ya un año desde que el primer grupo de refugiados palestinos llegó a Calera. Muchos se olvidaron ya de ellos. Hace tiempo que no reciben la cobertura mediática que nunca quisieron pero que tan generosa fue con ellos cuando ya los poderosos habían acordado los detalles de traslado y estadía para lo que iba a ser toda la vida.
La maravilla no fue nunca tanta.
Sin suerte, con un estatus jurídico que no es como el de la mayoría de nosotros, es muy fácil sentir que no se pertenece a ningún sitio y que la identidad es algo inmutable a lo que aferrarse muerto de miedo.
Con suerte, puedes mirar, aprender, trabajar, asimilarte. Recibir el cariño desinteresado de buenas personas y esperar que tus hijos sean profesionales.
Para volver a Iraq. La tierra que quedó hecha nube, polvo, llama y dinamita en sus recuerdos. Porque su paso por Iraq no es nada aunque lo consideren su casa.
Porque morir lejos de Iraq es tan desalentador que no merece la pena hablar el lenguaje de los chilenos.
Porque las promesas se han desvanecido, y hoy nuestra gente está sola, como están siempre solos los inmigrantes y los refugiados, luchando porque no los abandone la memoria. Esa porfiada memoria algo olvidadiza que sin embargo, paradojalmente, es casi la única razón para seguir.
La idea de olvidar todo para volver a comenzar.
Lejos y pobres. Aclamados, vitoreados, comentados, estudiados, fotografiados, temerosos, hambrientos, cansados y sucios llegaron a Chile. Ahí estábamos nosotros, muertos de calor, curiosos bien intencionados. Y también estaban las autoridades de Gobierno y de muchas otras instituciones muy importantes que dieron discursos de acuerdo a su noble rango e investidura.
Ha pasado ya un año desde que el primer grupo de refugiados palestinos llegó a Calera. Muchos se olvidaron ya de ellos. Hace tiempo que no reciben la cobertura mediática que nunca quisieron pero que tan generosa fue con ellos cuando ya los poderosos habían acordado los detalles de traslado y estadía para lo que iba a ser toda la vida.
La maravilla no fue nunca tanta.
Sin suerte, con un estatus jurídico que no es como el de la mayoría de nosotros, es muy fácil sentir que no se pertenece a ningún sitio y que la identidad es algo inmutable a lo que aferrarse muerto de miedo.
Con suerte, puedes mirar, aprender, trabajar, asimilarte. Recibir el cariño desinteresado de buenas personas y esperar que tus hijos sean profesionales.
Para volver a Iraq. La tierra que quedó hecha nube, polvo, llama y dinamita en sus recuerdos. Porque su paso por Iraq no es nada aunque lo consideren su casa.
Porque morir lejos de Iraq es tan desalentador que no merece la pena hablar el lenguaje de los chilenos.
Porque las promesas se han desvanecido, y hoy nuestra gente está sola, como están siempre solos los inmigrantes y los refugiados, luchando porque no los abandone la memoria. Esa porfiada memoria algo olvidadiza que sin embargo, paradojalmente, es casi la única razón para seguir.
miércoles, 1 de abril de 2009
sin-sentido
Siempre que camino por las calles me ducho subo las escaleras preparo mi desayuno leo/veo/escribo/oigo algo que me aburre, me sorprende una especie de luminosidad interior, cierto destello alegre, que racionalizado a los segundos, se empieza a convertir en una magistral idea que sólo falta poner en papel. Ahí está, lo que por años esperé. Aquella pieza que me haría sentir orgullo de lo que soy capaz gracias a mis dotes naturales.
Pero nada de eso. Apenas tengo tiempo, clima, espacio, silla, mesa, luz, pluma y hojas blancas, la idea ya no parece deslumbrante, apenas la recuerdo de hecho, y todo lo que escriba no va a tener ni la menor relación con ella.
Entonces vuelvo a las actividades útiles. Y pasa otra vez.
Nada hace presagiar que vaya a dejar de pasarme.
Pero nada de eso. Apenas tengo tiempo, clima, espacio, silla, mesa, luz, pluma y hojas blancas, la idea ya no parece deslumbrante, apenas la recuerdo de hecho, y todo lo que escriba no va a tener ni la menor relación con ella.
Entonces vuelvo a las actividades útiles. Y pasa otra vez.
Nada hace presagiar que vaya a dejar de pasarme.
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